domingo, 27 de marzo de 2011

La libreta.

Había veces que me apetecía escribir como solía hacer pero no me salía. Creo que la culpa la tienen las teclas del ordenador, que no cambian al tocarlas ni se inmutan al pulsarlas. Un bolígrafo o un lápiz sin embargo chillan o gimen a cada trazo o linea. Como al escribir mucho en poco tiempo, que la tinta agoniza en el cartucho y se intenta aferrar a las paredes plasticosas para no escapar nunca. O los últimos trozos de mina inútiles que están abocados a terminar en el suelo pintando el mármol o en la basura.

Pero las teclas eran como las personas frías, que aunque las zarandees nunca te responderán ni se saldrán de sus casillas. Ese tipo de personas que te crean aversión y sacan ira de donde no hay nada y plantan intranquilidad y nervio, que ponen histérico al más manso y te dan ganas de pegar, pero esa mansedumbre se contagia y la único imaginable es una escena como cuando pegas a alguien en un sueño, que se te ralentiza el brazo y lo que pretendía ser un golpe de muerte termina siendo como intentar zurrar a una nube. Tú histerizas y el otro ni se enteró.

Intentar pelearse con el teclado es exactamente igual. Va a esterilizar cada palabra hasta hacerlas un producto en serie.

Esta es una de las razones por las que me empecé a enganchar a las libretas. Todos empezamos con un diario ignorado, plagamos las tapas de los cuadernos y humanizamos las agendas con trazos a pie de página de nuestro foro interno. De formato A4 con lineas a la apertura vertical y rasgado fácil. A las Moleskine de gomita y “clack”.

Por eso me parece mágico lo que le sucedió a Iratxe en su viaje a Madrid. En realidad le pasó en Barcelona, pero no me acuerdo de los nombres de las calles ni de dónde sucedía cada cosa, sólo recuerdo que en algún momento paró en un café de cadena delante de un famoso edificio de Gaudí. Iratxe había decidido regalarse una escapada de Semana Santa a Madrid, cogió un albergue, su mochila y se fue a conocer arte y Latina, a andar entre gatos y estatuas hasta que le pasó lo que os iba a contar.

En una esquina de Lavapiés fue a encontrarse una Moleskine negra en el suelo. Normalmente, ni te pararías, pero estando de viaje los esquemas cambian y puedes permitirte la licencia de coger una libreta que no es tuya, meter el dedo por debajo del elástico y abrir las hojas un poco envejecidas de serie para cotillear.

No era una libreta agenda ni agenda de teléfonos ni libreta de memoria. Era una biblia de frases encontradas y perfiles de transeúntes. De edificios madrileños y transcripciones de conversaciones en el metro. De bocadillos y asteriscos, notas del autor y aclaraciones.

De principio a fin la libreta le llevaba por las calles de las Madrid y sus rincones. Le mostraba paso a paso por sus ojos y sus oídos los sentidos de los paseantes.

Iratxe cogió las hojas y las siguió una a una, recomponiendo su viaje y espíritu. A sabiendas de que le estaba llevando por una ciudad que no existía, hizo como si viese los elfos haciendo un circo en Colón, y los carruajes subiendo la plaza de Santa Bárbara para subir por Génova. Se imaginó con todas sus fuerzas que se dejaba caer desde la Azotea del círculo, o que sacaban al Metro de las entrañas de la tierra y lo ponían de tranvía derribando los edificios victorianos de los que colgaban candelabros y sombreros. Hizo como si viese una estampida de búfalos por el Retiro o a unos escaladores trepando la puerta de Carlos III para besar al ángel alto. O al pobre ángel caído poniéndose en una posición más cómoda.

Fue viendo historias cruzadas durante 27 páginas, y a la siguiente no quedaba más que un resumen de porqué hacía la libreta, de cómo su autor quería cambiar la urbe para humanizarla y quitarle el gris. Que no quería que el dolor que le había causado su corazón plagase todo.


Porque no hay dolor más grande que sentir un hueco en el pecho y la falta de pálpito en las venas.


Y ver cómo alguien sin darse cuenta pinta un mensaje de despedida en una pared, que ya es paredón, empleando tu corazón como pincel y tu sangre a tinta.


Así que de ti depende quitarme este mal sabor del pecho enseñándome una ciudad que pueda curar mi historia.

1 comentario:

  1. Las casualidades asi son las que hacen que te cambie la vida... muy bueno, me encanta!
    PD. en carnavales me encontre en el suelo una moleskine de publicidad de nosequé ron, es una señal?
    PD2. yotambientengounblogyotambientengounblogyotambientengounblog (ligera indirecta)
    PD3.animos con los estudios! ya queda menos para el verano!=)

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