jueves, 8 de octubre de 2009

El puesto de las flores

Llevaba ya 2 semanas dándole vueltas a la cabeza y no se decidía a mover ficha.
A Rafa no le terminaba de gustar su vida, no le entusiasmaba su ciudad, los estudios se le daban bien y no le presentaban ningún reto, la gente le ignoraba más o menos tanto como él a ellos, y en eso estaba de acuerdo. Tenía un cerrado grupo de amigos que estaban cerca cuando los necesitaba y él les daba su hombro para llorar si se lo pedían, acudía a sus problemas y respondía a sus necesidades, hablaban y él escuchaba. Era el amigo Momo. Lo único que en ese mundillo le daba un poco de intriga y de euforia, de ilusión, era la chica que se cruzaba por la calle cuando iba a clase. Y cuando iba a la biblioteca. Y en la biblioteca. Y en el portal, y a veces comprando el pan.
Y no sabía si decirle algo o no. Bueno, en verdad ya habían hablado, pero ella no lo sabía. Ella le había dicho más de su vida que lo que se podía imaginar. Le había dado ilusión. Esa sensación de euforia e ilusión que te emociona y te hace estar revolucionado cuando te hablan de algo que te gusta, o que te gustaría tener. Entonces la sensación aun es más fuerte. Es estar enamorado de una idea.
Sabía que a la chica le gustaban las ciencias, siempre pedía libros científicos, la veía haciendo matemáticas cuando pasaba por detrás de ella y cotilleaba mirando por encima de su hombro. Sus manos eran manos de mujer trabajadora, con callos de tanto escribir y uñas estilosas pero sin estorbar.
Estaba pensando en todo esto y en sus manos cuando cruzó por delante de una mujer que vendía flores, como todos los días en un puestecillo en medio de la acera. Dependiendo la época del año tenía rosas, claveles, margaritas, a veces lilas o incluso amapolas. No sabía el precio, porque no había ningún cartelito, pero ella sonreía desde su taburete, con sus ramos a los pies y su pañuelo en la cabeza. Parecía ciega, sonreía a la nada, hablaba cuando un perro pasaba por delante, cuando pasaba un niño o un turista. Siempre tenía una sonrisa para todo el mundo, y cuando pasaba un alma rota o dudosa, ella la detectaba y le tendía una flor. No las cobraba, claro, pero Rafa eso no lo sabía. Pasó delante suya, inmerso en su mundo y en sus nubes, en sus dudas y sus chascos, cuando un pétalo le rozó el brazo con la suavidad de una lágrima por una mejilla. Siguió el pétalo con la mirada y se encontró con una rosa amarilla, con un largo tallo sujetado por una mano encallada, roída y reseca, con heridas y ampollas de limpiar flores, (las flores se merecían más la belleza que sus manos si no las veía) entre una sonrisa que le sorprendió.
-¿No la tomas?
-Gracias, pero no llevo dinero encima, no quiero la rosa, gracias…
-No es para ti, y es un regalo. ¿En quien estás pensando? Porque vas pensando en alguien…en una chica, apostaría. Dásela a ella, nada puede salir mal. Seguro que le gusta.

Rafa tomó la rosa…era su oportunidad. Aunque creas que estás atado a una situación, a unas personas o a unos actos, no lo estás. Si tú quieres, puedes aprovechar todas las oportunidades que tienes todos los días para cambiar tu destino. Bueno cambiarlo, no hay nada escrito, tu vida está por hacerse, y en tus manos está cómo moldearla, cómo escribirla…Reúne el valor que se te escurrió por las esquinas y ahórralo para gastarlo todo en un mismo golpe, da el primer paso y haz de tu vida lo tú quieres, piensa tus sueños y enmárcalos…porque para eso vives.
…y quién sabe si hoy recibirás una rosa.
*Mapi* 8 Octubre 2009

2 comentarios:

  1. Wow, me encanta ^^ El relato esta super bien, pero lo que mas me gusta es el mensaje final... Estoy completamente de acuerdo. Esta bien eso de usar el relato para sacar una moraleja, aunque me ha parecido un poco forzado el cambio. De todas formas me encanta *.*
    a seguir asi! ^^

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  2. Muere lentamente quien no viaja,

    quien no lee,
    quien no oye música,
    quien no encuentra gracia en sí mismo.
    Muere lentamente
    quien destruye su amor propio,
    quien no se deja ayudar.
    Muere lentamente
    quien se transforma en esclavo del hábito
    repitiendo todos los días los mismos
    trayectos,
    quien no cambia de marca,
    no se atreve a cambiar el color de su
    vestimenta
    o bien no conversa con quien no
    conoce.
    Muere lentamente
    quien evita una pasión y su remolino
    de emociones,
    justamente estas que regresan el brillo
    a los ojos y restauran los corazones
    destrozados.
    Muere lentamente
    quien no gira el volante cuando esta infeliz
    con su trabajo, o su amor,
    quien no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir
    detrás de un sueño
    quien no se permite, ni siquiera una vez en su vida,
    huir de los consejos sensatos...
    ¡Vive hoy!
    ¡Arriesga hoy!
    ¡Hazlo hoy!
    ¡No te dejes morir lentamente!
    ¡NO TE IMPIDAS SER FELIZ!

    Texto de Pablo Neruda

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