jueves, 24 de diciembre de 2009

Mara

-Pero tía, ¿cómo terminaste así? Es que no sé, no te imagino como me dices, por una parte, la personalidad que tienes te puede poner en esa situación, y bueno, cuando tú te encabezonas con algo por lo general lo consigues, pero creía que sería por algo más constructivo, no sé... ¿en serio que tuviste anorexia?

-¡Qué va tía! Por favor, yo no he dicho que la tuviera, he dicho que ellos creían que la tenía.

-¿Y por qué te ingresaron, entonces? Porque me has dicho que habías perdido 7 kilos en un mes sin venir a cuento y que estabas muy deprimida...

-A ver, ¿te acuerdas de Gabriel?

-Claro que me acuerdo, algo me contaste de él. Estabais súper pillados los dos.

-Pues un día, sin venir a cuento, cortó conmigo. Yo creía que estábamos genial, me vino de sopetón, no me lo esperaba. Yo era muy dependiente de él y no me esperaba esa respuesta. Casi no salía con nadie que no fuese él, y había sido un apoyo muy grande cuando me vine aquí a hacer la carrera. Claro, te puedes imaginar cómo me lo tomé. Me pasé, para empezar, una semana en estado de shock, sólo estudiaba y me daba baños con jabón de mango, no comía porque no tenía estómago y dormía bastante bien, la verdad. Cuando a la semana reaccioné me vine abajo y me pillé una depresión de caballo. Empecé a tener el tic de morder fuerte con las muelas, como para liberar tensión, y decidí mascar chicles en vez de mascar mi propios dientes. Entonces me pasé una semana comiendo chicles de los chinos de debajo de mi casa, estos de fresa que están tan buenos los 5 primeros minutos. Pues me tomé, yo que sé, pero si te digo que me dejé 50 euros en chicles no miento. Entonces es cuando me empezó a doler la tripa y empecé a tener una diarrea que luego me diagnosticaron como crónica. Claro, me enteré de que era debido al sorbitol de los chicles, que me produjo una diarrea osmótica, osease, perdía líquido. Así, cuando un día me vino a ver mi madre me vio después de 4 semanas sin comer más que chicles, después de 2 semanas de diarrea crónica, y me llevó al hospital. Y claro, el genio del médico vio una chica súper detallista y perfeccionista viviendo sola, mascando chicle, con “sorbitol a modo de laxante”, que no salía de casa y tenía una depresión de caballo y dijo, ya está, anorexia.

-¿Y no se lo contaste?

-Claro que sí, y me dijeron que, ojo al dato, mi novio me había dejado porque yo había perdido el apetito sexual de no comer por mi supuesta anorexia.

-¡Ala que fuerte! ¿Y te ingresaron?

-De cabeza. Y claro, tú me ves a mí, con Gabriel rondándome la cabeza, ingresada en el hospital. Además, que por esa época él ya estaba de prácticas y siempre tuve el miedo de cruzármelo por el hospital, aunque no sabía a cuál estaba asignado. Y no me dejaban estudiar, me enchufaban el gotero y me metían a terapias de chicas de alambre que tenían 10.000 pájaros en la cabeza y se odiaban. Y yo ahí en medio, y me preguntaban, ‘¿por qué estás aquí?’ y yo les decía, ‘pues no lo sé’ y me decían que lo aceptase. Era como si me dijesen ‘acepta que Gabriel te ha dejado’, pero con puñaladas.

Al final ya terminé hablando con alguna de las chicas. Había una que había vuelto de un Erasmus con 15 kilos menos, otra que odiaba a sus padres y se negaba a comer por joder, luego una pija que quería llamar la atención, luego una chica enfermera que las enfermas de anorexia de otro hospital le habían comido la cabeza y había terminado por serlo, luego también había una emo que simplemente odiaba al mundo, una chica que se pasó las 6 semanas que estuve ingresada leyendo libros y estudiando...había de todo.

Bueno, pues yo me hice amiga de Mara, la chica que no hablaba con sus padres. Tenía mi edad y una historia muy de telenovela. Ella estuvo con su novio un montón de tiempo, en plan 4 años, y un día, cuando tenía un retraso de un mes, se hizo una prueba de embarazo. La prueba le dio positivo. El problema era que no se lo explicaba, porque tomaban todos los métodos posibles, así que pensó que era imposible. Si se lo decía a sus padres, que eran unos fanáticos religiosos de no-aborto y virgen hasta el matrimonio y primer beso en el altar, le dirían que tuviese al niño y apechugase y se casase con el novio. Pero claro, ella no quería tener el niño. De hecho, odiaba los niños y llevaba un par de meses pensando en cortar con el novio. Así que buscó información en Internet y no sé cómo se le ocurrió que igual si dejaba de comer su cuerpo no tenía suficiente energía y sufría de aborto natural. Estuvo sin comer hasta que sus padres lo notaron, así empezó a vomitar.

-¿Abortó?

-Se ve que en uno de las espasmos del diafragma, por los ácidos, la pérdida de peso y no sé qué historias más, abortó. Lo fuerte es que cuando sus padres vieron que vomitaba pensaron que era porque estaba embarazada, que ya no lo estaba. Así que la llevaron al hospital y ahí le diagnosticaron anorexia.

-¿Y?

-Pues que sus padres dijeron que se negaban a que la ingresasen, que ella lo que estaba era embarazada. Entonces ella les dejó de hablar. Al final es que la ideología de los padres le había llevado a inducirse la anorexia y terminó siéndolo, y entonces sus padres prefirieron pensar mal de su hija a ayudarla y aceptar que estaba enferma. Y claro, y así que no comía nada de nada porque no quería volver a casa de sus padres.

La primera vez que hablé con ella, que sería a la semana de ingresar, ella llevaba ya...3 meses, creo. Las dos estábamos ahí en medio sin razón, así que nos cachondeábamos de las otras chicas o nos burlábamos de las enfermeras. Nos dedicábamos a salir de psiquiatría y pasearnos buscando algún chico con el que hablar. Las dos estábamos solas de sopetón y de alguna forma culpábamos a la anorexia.

-¿Ella cortó con el novio?

-No, el novio la dejó, ten en cuenta que ella se alejó de él. Después de 2 semanas sin hablarse él le mandó por correo los pétalos de una rosa marchita metidos en un folio doblado en el que ponía “O ella o yo: estoy aquí para ti”. Y ella era (bueno, es) tan orgullosa que no quería ayuda suya. Sinceramente, no creo que con la carta él se refiriese a la anorexia, creo que se refería al orgullo, a la soledad, a las drogas, no sé.

-¿Estaba en drogas?

-Sus pinitos había tenido, pero nada fijo. Es que estaba tan demacrada que parecía una yonkee enteramente. El caso es que las dos estábamos solas y necesitábamos a un tío para hablar. Hablábamos con los enfermeros, pero no demasiado por si llamaban a las loqueras de nuestras enfermeras para que nos recogiesen. También buscábamos a chicos en traumatología, solía haber algún skater o algún deportista, pero se pasaban como mucho 3 días en el hospital y estaban drogadísimos a calmantes.
Alguna vez fuimos a oncología, pero no era demasiado acertado por si la cagábamos con alguien que fuese terminal, porque era como decirle “mira, yo tengo una vida que desperdiciar y tú no”.Era cruel. Alguna vez pasamos por cardio, pero eran todo abuelos, y neonatos era muy bonito. Había como un halo de ilusión en el ambiente, los niños eran monísimos y todo olía a ramos de flores. Alguna vez nos conseguimos colar donde las incubadoras y nos pasamos toda la tarde como bobas entre los pasillos de cunas mirándolos.
Era flipante. La mitad de las chicas de nuestra planta intentaban llamar la atención matándose y los bebes llamaban la atención viviendo. No sé cómo explicártelo, era como una especie de capilla. Teníamos paz para pensar en lo que éramos y en por qué estábamos allí. O para no pensar en nada. La cosa es que al principio nos intentaban echar, pero luego la chica nos tomó cariño e incluso nos dejaba coger a los bebés si nos sentábamos en el sofá de la supervisora. Yo siempre me preguntaba en qué pensaría Mara. Había decidido negarse por las circunstancias a tener un niño y había tomado un camino poco ortodoxo que al final, sinceramente, se le había ido de las manos. Una vez me contó que mientras hacía bachiller se había planteado cogerse una beca y pirarse a América lejos de todos para empezar desde cero, como para romper todos los lazos y poder ser ella misma pero en relajado. Tenía un montón de ilusiones, jová, ¡que tenía ganas de vivir y todo! vamos a ver, que tenía ideales, a su manera pero lo eran, y, yo qué sé, para mí que era el orgullo, le frenaba todo.

-Una cosa, ¿sus padres no iban a verla al hospital?

-Ella creía que no, o hacía como que no lo sabía, pero su madre se pasaba por el hospital casi todos los días. Pasaba por los pasillos siguiéndole el rastro, les preguntaba a los enfermeros y hablaba con los médicos de su evolución, pero nunca iba a hablar con ella directamente. Por cobardía o por recelo o por arrepentimiento, a saber lo que sentían sus padres. Imagínate, tienes tu vida tan mona organizadita toda entorno a una idea, vamos, la religión, y por querer serle “fiel” y seguirla al pie de la letra te niegas a ver que tu hija necesita ayuda. Al padre sí que lo vi muy pocas veces, yo creo que no estaban bien. La madre debía de tener muchísimo sentimiento de culpa y remordimientos, yo no podría vivir. Parecían como la típica pareja unida por la religión y el deber. Bueno, y Mara. Pero como entre el uno y el otro estaban aniquilando a la pobre Mara, su matrimonio también estaba muriendo. Yo todo esto te lo cuento desde fuera, que es la sensación que me daba a mí, y mayormente por las cosas que ella me dejaba caer.
Se ve que la familia del padre sí que era súper creyente y ella, bueno, lo que tenía la época, pero tampoco en plan “me voy a hacer monja”, ¿vale?. Hubo una vez que vino el padre a ver a Mara, se plantó delante de la puerta del cuarto y fue a llamar. Cuando tenía el puño cerrado y estaba a punto de golpear la puerta verde, abrió el puño y acarició el cartel con el número con las yemas de los dedos. Yo estaba en el cuarto de delante justo, no sé qué estaría haciendo, pero tenía la puerta abierta para que ventilase y le vi. Él bajó la cabeza, se metió la mano en el bolsillo, se peinó (bueno, más bien se despeinó) y se fue.

-¿No la vio?

-No, se echó para atrás. Y es que es muy curioso, en serio, nunca los vi juntos. Solo la veían, no intercambiaban palabras. No sé como Mara no pedía un abrazo a voces. Yo, lo que más en falta eché fue el cariño, el contacto humano (ay Gabriel). Mi madre me alegraba muchísimo cuando venía, pero enseguida se echaba a llorar en mis brazos. A veces me traía apuntes de clase o revistas, pero se las leían antes las psiquiatras por si acaso algo me incitaba. Que ya viviendo con 13 otras chicas no sé qué me podía incitar una revista, la verdad. Bueno, yo siempre le prometía a mamá que me pondría buena enseguida y que iba a ser la mejor economista del mundo y que le iba a comprar unos tacones con mi primer sueldo. Y ella me decía que cuando estuviese bien me iba a cocinar todo lo que a “su niña” le apeteciese. Me partía el alma verla mal por mi culpa. Si por alguien comencé a comer fue por ella.
Otra cosa muy curiosa con lo de las revistas y los padres eran las revistas de los viajes de Mara. Su madre parece ser que la había apoyado en eso de coger e irse fuera y ser independiente y buscar lo que le completase el alma por todo el mundo. La verdad es que su madre molaba, yo creo que era como una especie de hippie hipercristianizada hasta la opresión. Bueno, su madre, cuando venía a verla a escondidas, le traía revistas de viajes y guías de Lonely Planet que le dejaba en el revistero. Eran como una ventana al mundo para ella, tenía, yo que sé cuantas guías, pero seguro que lo que más le apetecía era salir ya del maldito‘hospi’ (le llamábamos así en broma, porque era como un ‘hostel’ en plan si estabas meses y sino, la gente creía que era un ‘hotel’), bueno, salir del ‘hospi’ con una mochila y viajar, a donde fuese, como si era a Albacete.
Lo de las revistas me parecía una muy buena técnica, la verdad. La hacía despejarse, tener una motivación y no encerrarse en sí, estaba muy bien pensado. Su madre trabajaba de administrativa en un taller de su barrio, así que dependía mucho del dinero del marido.

-Pero si ella cobraba.

-Sí, pero solo curraba media jornada para poder llevar la casa. El padre no sé que era, pero ganaba bien de dinero. Buas, esto te va a gustar. Lo de las revistas no había sido idea de la madre, y el padre también le dejaba cosas de viajes cuando iba. Así que ninguno de los dos sabía que el otro hacía lo mismo, porque tenía algunos repetidos. Yo ya no sé cuantas guías tenía de Vietnam, pero 3, seguro. Mira, un día tuve que hablar con la madre porque Mara estaba en la terapia individual, y le pregunté, en plan casualidad, que donde estaba su marido. Y me dijo, como en secreto, que él no venía y que si venía que no le nombrase su visita.

-Así que ninguno de los dos sabía que el otro iba.

-Ninguno de los dos iba, supuestamente. Tenía que ser como un acuerdo para que ella se diese cuenta de su error y volviese a lo hija pródigo, pero yo creo que los padres se dieron cuenta primero de lo que habían hecho. La verdad es que de toda esta película lo que no me encaja es que su madre no la apoyase. Lo mismo quería pero no podía por su marido, eso ya me encaja más. Así que por no actuar iba todos los días con sus revistas al hospital.
Un día vino cuando estábamos en neonatos, que Mara estaba justo cogiendo a una niña preciosa africana en el sofá-mecedora (que no era mecedora pero cumplía la función de dormir a los niños), y le estaba dando con sus afilados dedos en los tiernos labios de la niña. Y Mara se reía. Era la primera vez que cogía a un niño con tanto cariño, que la veía reír, o sonreír con sinceridad y optimismo, o al menos tanto. No es que no le gustasen los niños, yo creo que no le gustaban las responsabilidades y quería tener la libertad que su madre ni tenía ni tiene. Pues, a todo esto, su madre estaba fuera, en el cristal, mirando desde un ladito la escena para que no la viésemos, que la vimos. Y la vi llorar. A Mara no, a su madre. A Mara sólo la vi llorar una vez mientras estábamos en el hospital, y fue cuando nos dijo la supervisora de neonatos que a Willie (no se llamaba así, pero tenía cara de pillo y le llamábamos así)...si tú no sabes quien es Willie.

-No.

-Willie era un niño de unos 3 años que estaba en infantil, es como llamábamos a pediatría, que estaba allí desde los 3 meses por cáncer de vejiga, creo que era. Pues los tumores se le aparecían de un día para otro y había que operar una y otra vez. Su madre era una chica de veintimuchos, una madraza a lo “mamá osa”, una luchadora, a esa mujer y a las madres luchadoras les ponía yo una estatua. Muy salá ella, tenían el gen de la felicidad, y Willie también y nos pasábamos todos sus preoperatorios y salas de espera jugando con él. Ay como quería yo a ese niño...Bueno, pues le daba un montón de caña a Mara y eso le encantaba.

-¿Por qué lloraba Mara, a todo esto?

-Pues que un día nos dijo la de neonatos, si es que era famoso el niño, que a Willie le habían descubierto un tumor en el cerebro del tamaño de una canica y que no había nada que hacer.

-Ah...

-Así que le preguntamos a Willie que qué quería hacer y nos dijo que ir al parque de atracciones con nosotras. Y bueno, movimos todos los cables que pudimos y al final nos dieron un permiso superextraoficial (y no por ser nosotras, sino por ser él) y nos dejaron salir de 4 a 8 de la tarde con un asistente para ir con Willie y su madre al parque de atracciones. Y cuando se subieron en el tiovivo Willie y su madre y Mara se quedó abajo, los vio a los dos riendo como si fuese su última vez, haciendo bromas, moviendo los pies para darla al caballo y que corriese más...y Mara dijo las palabras definitivas -¿Qué he hecho?.
Y lloró.

*Mapi* Por Diciembre 2009

domingo, 29 de noviembre de 2009

Siempre había tenido frío

Ella siempre había tenido frío. Bueno, no siempre, pero desde que él no estaba con ella, era “siempre”. Tenía mucho frío por dentro, y no había nada que pudiese dejarle estar en ese estado de congelación interna. Por mucho frío que hiciese en la calle, en sus carnes siempre había menos grados, y daba igual lo que intentase. No tiritaba, ni se acostumbraba por mucho tiempo que pasase, no podía hacerse a ese inhumano estado de soledad. El calor le había abandonado.

Normalmente intentaba desahogarse llorando mientras estaba en la ducha, así nadie podía oírle. Dejaba correr el agua con el grifo caliente abierto del todo, para que el vapor empañase sus ojos. Las gotas iban calentándose, poco a poco, corriendo por su espalda y tomando la curva de su médula. Caían por el desagüe, mezcladas con el calor, las lágrimas y el champú de limón.
Caían por sus brazos, quemándole la piel, corroían, irritaban, enrojecían sus hombros, hacían que la piel de su pecho se pusiese en huelga y se quisiese ir. El agua hervía en la bañera, y ella de pie, cogía y se sentaba en la pila, de espaldas al chorro, debajo, helada, en la catarata que le quemaba la piel. Y daba igual, porque por dentro seguía como un glaciar.
Lloraba y sus frías lágrimas se helaban en sus corneas, irritándole, creándole lentillas de carámbanos.

Tomó sus brazos e hizo un amago de darse un abrazo, rodeaba sus propios hombros con sus propios brazos, intentándose darse el calor que no tenía, Y lloraba, y lloraba más, con esos pequeños sollozos que son gritos en miniatura, imitando lo que tuvo y ya no tenía, y no podía seguir fingiendo, tenía mucho frío, muchísimo, creía que se iba a morir, no sabía si de soledad o por que estaba en carne viva…

martes, 17 de noviembre de 2009

Cristina

¿Qué te ha pasado Cristina? Se te han vuelto los ojos azules de tanto llorar. De pasarte los días con lágrimas densas saliendo de tus pupilas, se te han decolorado.
Las gotas densas de desilusión, inertes y sin sentimientos caían arrastrándose por su iris, como ácido, llevándose el marrón castaña. Así poco a poco pasaron por rojo de la irritación, miel, oliva hasta llegar a azul plateado y derivar a un azul muy mortecino que se derretía con el blanco, como las olas en el mar.
¿No crees que es hora de dejar de lastimarte?¿De dejar de lamentarte por que algún indeseable te haya hecho daño?¿De fustigarte con los recuerdos o lo que podría haber sido?
Ay cariño, abandona a la pena, que no te merece en su círculo de amigos. Ciérrale la puerta y no le respondas, mete la cabeza en la bañera, ni la mires ni la saludes, ni siquiera pienses que existe, no te merece.
Mejor abre las ventanas para que la lluvia moje los muebles, empape el parqué y lo bufe, deje olor a mojado en las cortinas y que sea complicado respirar de lo limpio que está el aire. Que el viento meta hojas y ojos, ruido y agua, que limpie el ambiente. Ábrelo todo, que el abrir las ventanas sea poner esperanzas, mira al cielo, mira arriba y piensa en lo que viene, en lo bueno que podrá ser y agradece que estés aquí, que muchos murieron ya de mal de amor y tú eres una superviviente.
Ahora deja que tus ojos se vuelvan marrones.
-Pero yo no quiero que mis ojos dejen de ser azules. Son azules de mirar al cielo.

*Mapi* 17 Noviembre 2009

miércoles, 11 de noviembre de 2009

No es un cuento: es una previsión.

Si a alguien de letras le dices que la filosofía no es práctica, posiblemente y dependiendo de su agresividad, te pegue (más o menos fuerte, con la mano o con la palabra, pero te pegue).

Es como si a alguien de ciencias, así, con bata y calculadora en el bolsillo le dices, perdona, ¿te suena eso de las matemáticas? pues mira, lo siento mucho, pero no son prácticas.

En ambos casos tendrás como para un par de horas de discusión. Pero esperen un segundo, he dicho prácticas, no aplicables.

Los colores como tal, no son prácticos. Son aplicables a todo.

O el arte, como tal carece de utilidad.

Es como si las leyes se hubiesen hecho para aplicarlas a un mundo Lego. Lo siento, pero pierdes el tiempo.

Todo hay que aplicarlo a un todo. Todo interacciona, vivimos en el mundo!

No estamos usando las mates como tal para nada, la filosofía como tal (a granel), ni el arte, estamos aplicándolas en todo lo que nos rodea.

Los números son los inventos, las cuentas y las proporciones, influidas por lo que nos parece agradable, lo que endulza a los sentidos, lo que hacemos para agradar y llamamos arte, lo que pensamos e ideamos y creemos que es, la teoría de lo que vemos, de lo creemos y cuestionamos en todo, la evolución y lo que queremos y nos cansa. Todo depende de todo.

Así nosotros mismos no somos personas, somos gente. Mejor dicho, somos gentes.

Por que todas las personas que han pasado por nuestra vida nos han influido y cambiado nuestra forma de ser, han forjado una idea o un deseo, nos han hecho tener recelo, ilusionarnos y querer abandonarlo todo. Sin las gentes que nos rodean no tendríamos condición de humanos, no seríamos personas ni tendríamos personalidad, ni necesidades ni ambiciones ni concepto de libertad porque no existiría el concepto de opresión.

Nos hacemos personas porque vivimos en sociedad. Hemos creado la sociedad, una de los infinitos modelos que podrían existir, y nos quejamos de él. Nos quejamos de las personas con las que convivimos, de las que nos gobiernan, las que nos venden y para las que trabajamos, las que nos enseñan y de las que aprendimos, de lo que aprendimos, de la propia idea preconcebida de la sociedad y de la vida. De la idea esquematizada de cómo vivir. Porque hay muchas formas de vivir y todos hacemos lo que ya está escrito. Podríamos empezar a inventar.O a imaginar. Bueno, antes tenemos que pensar (es gratis).

Seguro que la próxima revolución no será tecnológica, será social.


*Mapi* 8 Noviembre 2009

lunes, 12 de octubre de 2009

El espantapájaros.

En el jardín trasero del caserón, en el de los girasoles, faltaba algo de vida.
La costurera de la casa, un día de mercado, revisó todos los puestos de objetos de segunda mano buscando algo que humanizase su jardincillo. Entre toldos y lonetas vio molinos de viento, cazasueños, hamacas y hasta chumberas de mimbre, pero nada le interesaba.
Saliendo ya del recinto divisó a un hombre que de su carreta bajaba un muñeco de trapo de las dimensiones de una persona, con un tronco de madera como espina y un botón negro en el lado de la cara donde debería haber habido dos. Desalmado y cochambroso, el espantapájaros se tumbaba en la acera después de un choque que le partió un poco más su dignidad. El dueño del pelele se subió en su carreta y volvió por donde había venido.
La costurera adoptó al muñeco como dueño de sus girasoles. Lo abrió con el cuidado de una madre que le cura una herida a su hijo, cambió la madera podrida por un tronco de pino, el relleno por algodón y los trapos sucios por ropas de colores que le dieran vida.
Mientras cosía y remendaba, el espantapájaros hablaba con la costurera sin llegar a entender por qué hacía eso por él. Ella le escuchaba.

-Nadie me quiere si no es por interés, y los animales me repudian, la lluvia me pudre y la vida no me ha dado lo que buscaba. He defraudado a gente que amaba, y tú has venido y me has arreglado la existencia. Ahora tengo calor y cuidado, una casa como hogar y el cariño de alguien por la que no he hecho nada. No me merezco estos remiendos e hilos. Son muy caros y yo un desgraciado.

-Si no he usado ni un hilo. Sólo te he dado cariño, te he escuchado.

-¿Cómo? ¿Y cómo me has arreglado?

-Con amor. Porque el amor es como un hilo que arregla y cose los descosidos.


*Mapi* Martes 29 de Septiembre 2009

jueves, 8 de octubre de 2009

El puesto de las flores

Llevaba ya 2 semanas dándole vueltas a la cabeza y no se decidía a mover ficha.
A Rafa no le terminaba de gustar su vida, no le entusiasmaba su ciudad, los estudios se le daban bien y no le presentaban ningún reto, la gente le ignoraba más o menos tanto como él a ellos, y en eso estaba de acuerdo. Tenía un cerrado grupo de amigos que estaban cerca cuando los necesitaba y él les daba su hombro para llorar si se lo pedían, acudía a sus problemas y respondía a sus necesidades, hablaban y él escuchaba. Era el amigo Momo. Lo único que en ese mundillo le daba un poco de intriga y de euforia, de ilusión, era la chica que se cruzaba por la calle cuando iba a clase. Y cuando iba a la biblioteca. Y en la biblioteca. Y en el portal, y a veces comprando el pan.
Y no sabía si decirle algo o no. Bueno, en verdad ya habían hablado, pero ella no lo sabía. Ella le había dicho más de su vida que lo que se podía imaginar. Le había dado ilusión. Esa sensación de euforia e ilusión que te emociona y te hace estar revolucionado cuando te hablan de algo que te gusta, o que te gustaría tener. Entonces la sensación aun es más fuerte. Es estar enamorado de una idea.
Sabía que a la chica le gustaban las ciencias, siempre pedía libros científicos, la veía haciendo matemáticas cuando pasaba por detrás de ella y cotilleaba mirando por encima de su hombro. Sus manos eran manos de mujer trabajadora, con callos de tanto escribir y uñas estilosas pero sin estorbar.
Estaba pensando en todo esto y en sus manos cuando cruzó por delante de una mujer que vendía flores, como todos los días en un puestecillo en medio de la acera. Dependiendo la época del año tenía rosas, claveles, margaritas, a veces lilas o incluso amapolas. No sabía el precio, porque no había ningún cartelito, pero ella sonreía desde su taburete, con sus ramos a los pies y su pañuelo en la cabeza. Parecía ciega, sonreía a la nada, hablaba cuando un perro pasaba por delante, cuando pasaba un niño o un turista. Siempre tenía una sonrisa para todo el mundo, y cuando pasaba un alma rota o dudosa, ella la detectaba y le tendía una flor. No las cobraba, claro, pero Rafa eso no lo sabía. Pasó delante suya, inmerso en su mundo y en sus nubes, en sus dudas y sus chascos, cuando un pétalo le rozó el brazo con la suavidad de una lágrima por una mejilla. Siguió el pétalo con la mirada y se encontró con una rosa amarilla, con un largo tallo sujetado por una mano encallada, roída y reseca, con heridas y ampollas de limpiar flores, (las flores se merecían más la belleza que sus manos si no las veía) entre una sonrisa que le sorprendió.
-¿No la tomas?
-Gracias, pero no llevo dinero encima, no quiero la rosa, gracias…
-No es para ti, y es un regalo. ¿En quien estás pensando? Porque vas pensando en alguien…en una chica, apostaría. Dásela a ella, nada puede salir mal. Seguro que le gusta.

Rafa tomó la rosa…era su oportunidad. Aunque creas que estás atado a una situación, a unas personas o a unos actos, no lo estás. Si tú quieres, puedes aprovechar todas las oportunidades que tienes todos los días para cambiar tu destino. Bueno cambiarlo, no hay nada escrito, tu vida está por hacerse, y en tus manos está cómo moldearla, cómo escribirla…Reúne el valor que se te escurrió por las esquinas y ahórralo para gastarlo todo en un mismo golpe, da el primer paso y haz de tu vida lo tú quieres, piensa tus sueños y enmárcalos…porque para eso vives.
…y quién sabe si hoy recibirás una rosa.
*Mapi* 8 Octubre 2009

miércoles, 7 de octubre de 2009

Las raíces

Hubo una vez un árbol, grande, robusto, verde resplandeciente...sus hojas reflejaban la luz, su tronco sujetaba las ramas, al aire,alto, muy alto, tocando el cielo...rozando las nubes, rajando el tiempo. Cuanto más alto, más fuerte, a más alto, más maduro...pero sus raíces seguían en el suelo.Obteniendo lo que necesitaba para vivir, dándole el aguante,sin pedir nada, era tan sólo su función.Sin una base no se puede construir alto, tan alto como los demás árboles. Pero el árbol no se acordó de ellas cuando le sujetaban, cuando cogían savia para él, cuando hacían su vida estable, porque sin ellas, no sería nada.
Pero un día, un leñador vino a hacer su trabajo, a cortar un poco de leña...y las vió, tan apetitosas al hierro, pero no dudó, balanceó el hacha en el aire, su hoja silvó...y el árbol las sintió. Ahora me faltan, no sé que hacer."Solo ha sido una , que salía por la superficie, pero sólo ésa, y ya parece que me faltan todas..."
Las raíces no se pueden olvidar, hay que protegerlas y respetarlas, cuidarlas, mimarlas...
Nuestra tierra son nuestras raíces.
De dónde venimos y hacia dónde vamos, quienes nos ayudan cuando creemos que estamos solos. Por qué somos así, no lo explican todo, pero nos pueden aclarar muchas dudas, y sobretodo, se echan de menos. No podemos negarnos que sin ellas no podríamos aprender y continuar creciendo.
No podemos vivir sin pasado, porque son la base de nuestro futuro.

martes, 6 de octubre de 2009

El Sol y la Luna.

Érase una vez una historia de cómo se formaron la noche y el día. De cómo lo distinto pudo estar tan unido. Éste es un cuento de dos enamorados.

Hace muchos, muchos años, cuando el tiempo no se contaba, había un reino con el palacio más grande y extravagante del mundo. Los pueblerinos habían cruzado sus puertas miles de veces, y decían que lo que había dentro, sorprendía por su sencillez. El futuro rey era el mejor al que un reino podría aspirar. Vestía túnicas doradas, reflejo de luz. Tenía la suerte de estar enamorado y correspondido en secreto. La afortunada era una sirvienta de palacio. Su discreción hacía de ella casi un fantasma, y sus sencillos vestidos blancos reflejaban la luz del príncipe al pasar.

Un día, apareció una viejecilla con un manto negro, cruzó las puertas del palacio y pidió humildemente hablar con el príncipe. Sólo le dijo:

-No importa como se sea ante el amor, mas si se busca de manera sencilla, se obtendrá.

La mujer desapareció, dejando el consejo al príncipe, que pensó y pensó hasta enfrentar el amor a gobernar y alumbrar el pueblo que tan fielmente siempre le había apoyado.

Tras jornadas sin hablar y noches sin dormir, el príncipe hizo llamar a la bruja.

-No puedo abandonar a mi pueblo ni renunciar a mi amor, por favor, ayúdame.

La mujer llamó a la chiquilla de blanco. Al ver el amor en sus ojos, se quitó el manto negro y se lo dejó caer en los hombros, convirtiéndole, con este velo de noche, en luna. Luna comenzó a flotar en el aire, subiendo por encima de las nubes hasta estar en el cielo, llorando lágrimas plateadas que formaron estrellas. Él fue en su búsqueda, convirtiéndose en Sol, así puede estar con su enamorada, brillando para que ella vea y alumbrando desde el cielo a su pueblo.


Mapi, Julio 2008